Rabino Manuel Hernández G.
El ser humano de todos los tiempos tiende a repetir sus yerros, a caer en los mismos pecados. La sabiduría popular asegura que el hombre es el único ser “que se tropieza dos veces en la misma piedra”. La rebelión espiritual enceguece y hace perder el sano juicio advierten las Sagradas Escrituras:“Porque resueltamente se rebelaron contra mi la casa de Israel y la casa de Judá, dice Yahwéh. Negaron a Yahweh, y dijeron; El no es, y no vendrá mal sobre nosotros, ni veremos espada ni hambre” (Jer 5:11-12).
     Buscando en lo cercano el origen de esta conducta repetitiva, en nuestra era, es probable que se remonte al siglo XIX en Alemania; cuna de la teología liberal, cuyos nefastos frutos han sido comidos por generaciones que además de caer gradualmente en el descreimiento o la fe sin sustento (nominal), compartieron su contaminado alimento a otras sociedades europeas que a su vez trasmitieron en otros continentes, abandonando y menospreciando los valores judeocristianos hasta caer en un humanismo ateo, por tanto vacío.
     El teólogo inglés J.I. Packer advertía sobre esta terrible situación en el año 1977, sin embargo su llamado como sucediera con la mayoría de los profetas de Israel en la época bíblica fue desoído por casi todos. Leamos un fragmento de su texto:
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⢓La civilización occidental que hemos conocido con su preocupación por la salud, bienestar y dignidad del individuo, la integridad en la administración pública y la familia, en que la mujer es honrada y los derechos de los hijos reconocidos, es un producto cristiano. La sociedad occidental hoy está activamente secularizando todas estas cosas, esto es, separándolas de sus raíces históricas en la fe cristiana, y está relegando esta fe al olvido, considerando que ya no es una base viable para la vida de comunidad¦
     ¿Qué podemos, pues, decir de la moderna sociedad secular? ¿Deberíamos ver su emergencia como una señal de progreso? ¿No es en realidad una señal de decadencia, como los primeros pasos sobre un plano inclinado resbaladizo que acaba en el abismo sin fondo?
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Cuando no se hace caso de los valores de Dios, y la única comunidad de ideales es la permisividad, ¿de dónde se hallará el capital moral, una vez que la herencia del cristianismo haya sido despilfarrada?”(Dios: yo quiero ser cristiano, Edit. Clíe, España págs. 336-338).
     ¿Podría la humanidad sostenerse sin los valores divinos emanados de la Biblia? Queda de manifiesto que el hombre salvaje aparecería de nuevo, de hecho podemos considerar que una extensa galería de estos personajes conforma ya el mundo posmodernista.
     Es de considerar entonces que al caer la mayor parte de la sociedad en ese humanismo sin D-os propuesto por ciertas corrientes filosóficas y apoyado por otras psicológicas que han atacado la fe, con o sin intención: han privado al hombre del necesario autoexamen de conducta; de esa indispensable introspección que le confronte con sus hechos (buenos o malos) por lo que el ego ha atrapado a legiones de “narcisos” en una vorágine frenética que procura satisfacer apenas sus muchas pasiones que le mantienen esclavo (económicas, sexuales, materiales, placeres). En una palabra: ¡hedonistas de cuerpo y alma!
     ¿Qué ha sucedido desde entonces? Simplemente lo que tenía que suceder. Con semejante cosmovisión el hombre del siglo XXI cayó justo donde menos se imaginaba. Queriéndose comer el mundo a puños el becerro de oro se les ha atorado en el pescuezo, produciéndole estertores de muerte y un rostro cianótico.
     Recordemos un poco el pasaje bíblico. La Torá relata que apenas tenía Moisés cuarenta días en la cumbre del Sinaí en aquel encuentro trascendente y maravilloso, cuando el pueblo abandona a D-os y su fe:
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-“Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido” (Shemot-Exodo 32:1).
     Dominados por la impiedad pronto se olvidaron de D-os y de su origen, de la libertad recibida por gracia, entregándose a una danza frenética alrededor del becerro; un becerro que en el presente se muestra a través de la acumulación de dinero, autos, placeres, viajes, mujeres (hombres) como también de toda cosa que satisfaga al espíritu del hombre sin D-os. Por cierto, una satisfacción siempre pasajera.
     El culto al «becerro de oro» domina ya todos los campos, desde el político hasta el comercial, desde los deportes hasta la religión. Dondequiera tiene adeptos, fieles seguidores capaces de dar su vida para obtener su “favor”. Un gobernante en mi país se hizo famoso con esta frase «un político pobre, es un pobre político», y queda claro que con sus sueldos nunca lograrían los capitales que de común amasan, convirtiéndose en sacerdotes oficiosos de tan nefasto y popular culto.
     Pero no están solos. No son pocas las iglesias y sinagogas donde “Mammón” es realmente el centro de culto, aunque aseguren que el D-os vivo es su Señor. Mientras que los profetas (neviím) y el Mesías transcurrieron sus vidas en medio de las carencias, el rechazo y la persecución, muchos de los que en el presente aseguran servir a D-os, en realidad son fieles representantes del «becerro de oro» a cuya música danzan gustosos y frenéticos.
      El valor de una persona en el mundo actual no se mide ya por sus acciones y virtud. Lo dicho por D-os en la Biblia “De más estima es el bueno nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro” (Prov 22:1) ha sido suplido por los adoradores del becerro mediante la lista de la revista Forbes.
       Residencias, joyas, autos, viajes y grandes fiestas son por cierto la expresión visible de los adoradores del becerro. Y que no se entienda este comentario como una crítica contra las riquezas, de ninguna manera, el punto central es que buena parte de la humanidad (incluyendo a judíos y cristianos) han abandonado a Moisés para danzar eufóricos alrededor del becerro (materialismo).
     De acuerdo a las enseñanzas bíblicas el Mesías retornará y por las condiciones que el mundo presenta, no parece lejano ese día. Lamentablemente gran parte de la humanidad está entregada al«becerro de oro», sus fuertes cadenas le mantienen en esclavitud. Cuán distinta sin embargo es la suerte de los que han permanecido con la creencia de los patriarcas, Moisés y los profetas; de aquellos que indagando por sí mismos han corroborado que Yeshua es el Mesías, lo cual además de concederles seguridad en el presente, les permite saber con certeza lo que está sucediendo, gozando de la autentica libertad, pues como advirtió Yeshua «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Qué dolor debe causar a D-os observar a la mayor parte de la humanidad rendida ante un ídolo que muchos creen quedó destruido en el desierto, mientras que sus brazos paternales nos ofrecen su amor y salvación eterna y pocos son los que responden a su llamado. SHALOM.
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El rabino Manuel Hernández G., es Maestro en Teología y consejero espiritual de la AJMM.
e-mail:Â mahergo50@hotmail.com
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