Rebbetzin Celia C. de Hernández

Nadie jamás podrá recibir un privilegio como éste. Aquellas mujeres fueron las primeras en ir de madrugada a buscar a su Señor al sepulcro. Llevaban una intención maravillosa en su corazón: ¡Ungir a su rabino, a su maestro! Esa era la costumbre en Israel y en algunas otras culturas y ellas querían hacerlo y honrarlo.

En su soberanía, y para esta esta ocasión única en la historia eterna, Dios escogió a estas mujeres para llevar a sus hermanos el mensaje más maravilloso de todos los siglos: ¡Que la muerte había sido vencida por Yeshua! (los hombres habían huido durante la detención en el huerto de los Olivos). Recordemos, hermanas, que por medio de la resurrección del Señor se había abierto el camino de la vida y salvación al mundo y la fe judía cobraba sentido y plenitud, y a ellas les tocó ser las primeras testigos de semejante hecho: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26) “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40).

EL MIRA LAS INTENCIONES DEL CORAZÓN

Es lógico que en su soberanía Dios miró sus corazones y su intención, concediéndoles ver aquel milagro maravilloso que dio sentido a nuestra fe. Primero decidieron ir de madrugada, muy de mañana fueron a comprar especies para ungirlo, esperaron el momento, la hora quizá menos propicia, menos aún para ellas como mujeres (de madrugada). Pero se esforzaron con el único motivo de su corazón limpio y sincero ¡Ir a la tumba para ungir a su Maestro!

¿NOSOTRAS HACEMOS LO MISMO?

¿Nos apresuramos nosotras de madrugada para buscar el rostro del Señor en oración? ¿Nos apresuramos con vehemencia para escuchar su Palabra, a dónde tú asistas, no importa, tienes interés por escuchar su mensaje que es vida y salvación?

Ellas nunca pensaron que encontrarían la tumba vacía, el desánimo les vino por muy corto tiempo, pues, estaban aquellos ángeles que les anunciaron que no estaba ahí ¿Qué sentirían en sus corazones y qué pasó por sus mentes, en dónde estaba el Maestro, se robaron el cuerpo? Amaron a su Maestro cuando vivía y le seguían por donde andaba predicando, sanando y proclamando las buenas nuevas a Israel. Ese día tan especial ellas fueron a servir, compraron y prepararon las especies, fueron diligentes, no iban de curiosas sólo para ver la tumba; iban a ungir el cuerpo de su Maestro, querían honrarlo y servirle como siempre lo hacían.

EN CAMBIO LOS DISCÍPULOS

Ellas, como les había sido ordenado, le compartieron a los discípulos la resurrección de Yeshua, pero no les creyeron. Cuando leemos que los discípulos dijeron “nosotros esperá-bamos…” ¿Qué esperaban? El Señor les había dicho tantas veces de su muerte y resurrección… pero no creyeron, no ponían atención a sus palabras ¿Qué esperas tú, amiga, hermana (o lectora), cuando el Señor te abre el entendimiento para que entiendas las Escrituras? ¿Cuáles fueron las causas para que no entendieran ellos si tantas veces se los anunció?

Tuvo qué decirles “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (Lucas 24:25), para hacerles enseguida un repaso del mensaje de las Escrituras, pasando por Moisés y todos los profetas. Aquél duro e inminente regaño, había sido a la vez el más maravilloso estudio bíblico de la historia, pero, si lo aplicamos a nosotras, hoy todas tenemos la Biblia a nuestro alcance ¿No será que seguimos siendo insensatas y tardas de corazón para no creer lo que nos dice su Palabra y sus eternas promesas?

Aquellos discípulos expresaron: “¡Las mujeres dijeron que El vive!” ¿Puedes decir tú como mujer que El vive y resucitó de entre los muertos y te dejo amplia entrada al trono de su gracia para encontrar auxilio y salvación eterna? En medio de la depresión y tantos problemas, así como aquellas mujeres y aquellos discípulos, seguimos viviendo circunstancias semejantes que nos empujan a dudar: desde los problemas cotidianos, las enfermedades, los achaques de la edad, las necesidades, el marido, los hijos, los nietos, la violencia del mundo, todo nos hace de pronto dudar; mientras que su Palabra nos dice “que él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mat 28:20).

DEMOS GRACIAS Y PIDAMOS PERDÓN

¡Gracias Señor por tu Palabra que es verdad, por tus promesas que son verdades eternas, por esas advertencias que nos haces amado Mesías Yeshua! ¡Perdónanos Señor por la duda, por los ratos de insensatez, que tu gracia avive en nuestros corazones la fe de que por cuanto tú vives, nosotras también viviremos y estaremos contigo eternamente! Concédenos que nuestros corazones ardan en el camino como aquellos que iban rumbo a Emaús. Necesitamos, queridas hermanas y amigas, escudriñar con urgencia y hambre espiritual las Escrituras, de afirmarnos en la experiencia personal de que El está en nuestro corazón y que nadie nos puede robar lo que El ya nos ha dado. El mismo que escogió a aquellas mujeres para ser testigos de su gloriosa resurrección, quiere también que nosotras anunciemos su mensaje, muerte y resurrección a nuestros hermanos(as) ¿Será mucho pedir, o poner en práctica nuestra fe?

La rebbetzin Celia Cornejo de Hernández es consejera espiritual de la AJMM