Rabino Manuel Hernández G.
Todos temen el final de los tiempos, aun los poderosos en su soberbia y desprecio por la humanidad, expresan en sus nocivas y destructoras decisiones sus temores internos pues saben bien que el destino de todos, incluido el de ellos y sus países, están en la picota.
Niegan a D-os, pero en sus manifiestos temores corroboran su existencia, ante el cuál, tarde que temprano se enfrentarán para rendir cuentas. Mientras tanto, y mientras la mayor parte de las personas y países sufren a causa de la maldad y la violencia generalizada, la invasión del gobierno ruso a Ucrania bien parece un preludio de los llamados tiempos finales.
Tiempos que desde la profecía bíblica no son los finales. Se trata en realidad de la preparación al glorioso retorno de Yeshua ha Mashiach (Jesús el Mesías), evento que será antecedido como está profetizado por una serie de guerras, invasiones y rumores de guerras, así como por conductas y cambios negativos en muchos órdenes que harán sufrir a los seres humanos, incluso a las demás criaturas y la naturaleza misma al grado de desfallecer; al amenazar con extinción y cambios radicales no deseados por nadie, pero que sucederán en alguna medida (Mat 24:3-31, Lucas 17:26-37, Lucas 21:25-36, Rom 8:21-22).
El 24 de febrero de 2022 pasará a la historia como uno de los días más terribles , no por el número de personas asesinadas por las huestes de Vladimir Putin, sino porque la mayoría en esa zona del mundo creía ilusamente que este tipo de guerras y agresiones habían ya pasado, que eran parte del ayer. No fue así, la invasión rusa a su país vecino, demostró por enésima vez que el ser humano sin D-os continúa con su bestialidad.
Los hombres cayeron en su autoengaño, la culta y equilibrada Europa, aun cuando había ya caído en el mismo error y la 1ª y 2ª Guerra Mundial le mostraron a un doloroso y altísimo precio, que las falacias de ciertos filósofos, entre ellos Nietzsche y las huestes existencialistas posteriores, no eran ciertas ni viables. El «nuevo hombre o superhombre» que proponían era solamente un deseo, una expresión verbal y escrita de su rebelión contra D-os, pero que como advierte su Palabra, sería inútil, falso. Sin El, no hay tal hombre, es el mismo de siempre, el producto de la caída en Edén:
— “Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Yahwéh y contra su Ungido, diciendo: rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá: El Señor se burlará de ellos” (Sal 2:2-4).
Voces mesuradas y visionarias les advirtieron repetidamente que este tipo de filosofía carecía de equilibrios y verdad, pero no los escucharon, como tampoco consideraron las severas lecciones de la historia. El filósofo español José Ortega y Gasset sentenció acerca de este gravísimo error: “La historia es la realidad del hombre. No tiene otra. En ella se ha llegado a ser tal y como es. Negar el pasado es absurdo e ilusorio” , y al considerar el futuro de los europeos, escribió a manera de vaticinio: “Es, en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones” (La Rebelión de las Masas), y Putin lo es, resucitador fantasioso de un imperio que ya no existe, y con ello, presunto aniquilador de la actual civilización.
El creer los europeos que habían alcanzado un nuevo estadio, que habían superado los yerros del pasado y logrado una era de esperanza (sin creer en Dios ni considerarlo) la ironía de Arendt, escrita en el siglo pasado, se hizo real: “solo quedan la desesperación o la esperanza de que el diablo no será tan malo como lo pintan –una esperanza bastante tonta en nuestro siglo, en que desde la Primera Guerra Mundial hemos tenido que ver como cada diablo que la política nos presentaba era mucho peor de lo que a nadie se le hubiera ocurrido pintarlo” (Hannah Arendt: La promesa de la política). ¿A quién se le hubiera ocurrido pintar al diablo Putin invadiendo un país en tiempos de paz y con semejante fiereza?
Las masacres realizadas por el ejército ruso no tienen nombre ¿Cómo calificar el asesinato de familias y civiles sin causa alguna, de destruir sus hogares y ciudades? Sin justificación ni pretexto invadieron ese país que se encontraba en total calma ¿Cómo calificar pues sus malvadas acciones si no es como genocidas? El viejo diccionario Larousse lo dice: “genocidio: crimen cometido contra un pueblo o un grupo nacional, étnico o religioso”.
A tal grado ha llegado la maldad de Putin que no solamente se ha atrevido a negar sus crímenes, incluso, ha sido capaz de atribuirlos a los propios ucranianos, lo cual nos recuerda el “Ministerio de la Verdad” de la novela anti utópica de George Orwell, en la que todos los días tanto la historia como los hechos eran manipulados al gusto del dictador: “Quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado” (1984, Tercera Parte, capítulo II). Reescribir la historia y desmentir los hechos cotidianos para presentarlos de acuerdo a sus propósitos políticos, es lo que ha estado haciendo Vladimir Putin.
Señor de la maldad y las tinieblas, las acciones del dictador ruso quedan encuadradas en el perfil bíblico del demonio; quien “vino a robar, matar y destruir” (Juan 10:10).
Se desconoce al momento de escribir el presente comentario en qué terminará todo esto, lo cierto sin embargo, es que la violencia engendra más violencia y esto no puede acabar bien. La historia así lo enseña.
Decía el escritor uruguayo Mario Benedetti, que “él no era un hombre negativo, lo que pasaba es que estaba bien informado”. Me uno a su dicho, y es que, de acuerdo a las profecías bíblicas el hombre posmoderno lejos de buscar la paz acrecentará la violencia. No puede ser de otro modo, ya que sin D-os, además de carecer del amor por el prójimo, se carece de los equilibrios, de manera que las guerras generalizadas en ciertas regiones del planeta están a la puerta. No tardan en formarse los bloques y los bandos contendientes. Todo a causa del belicoso y perverso Vladimir Putin.
Sin embargo, y para bendición de los que aman a D-os y los que andan en su búsqueda, hay buenas nuevas . Y aunque la invasión a Ucrania parezca el preludio del final, que el telón de la comedia humana está cercano a ser bajado por un final violento, el D-os de Abraham, Isaac y Jacob, el D-os de judíos y cristianos mantiene su mensaje de amor y esperanza para sus hijos, como también mantiene todo bajo control (aunque no nos pudiera parecer así).
Si tu hermano(a) o lector, estás afligido por lo que leíste, y por estar enterado de lo que sucede en el mundo. No temas, además de que el Señor tiene en realidad todo bajo control, tiene también palabras de aliento y absoluta confianza para su pueblo, para los que hemos creído en YESHUA su Hijo amado y le hemos entregado nuestra vida: “cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mat 24:33). Ciertamente, lo que está sucediendo es para horrorizar a cualquiera, sin embargo, no debemos olvidar en momento alguno que además de estar Dios con nosotros, de amarnos y ser TODOPODEROSO, su hijo amado prometió “estar con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo” (Mat 28:20) lo cual nos alienta y llena de confianza. SHALOM.
Rabino Manuel Hernández G.: es consejero espiritual de la AJMM, tiene Licenciatura y Maestría en Teología, egresado de la Universidad FLET de Miami (graduado con «Summa Cum Laude»).
La revista CHALUTZIM es el órgano informativo de la «Alianza de Judíos Mesiánicos de México». Se publica trimestralmente desde el año 1992 y se envía de manera gratuita.
Director: Mtro. Manuel Hernández Gómez
Sub-directora: Myriam Levy-Chernoff