Rabino Manuel Hernández G.
La Biblia narra en muchos de sus libros las batallas de Israel en el pasado. Tanto la Torá como Josué, Jueces, Samuel (I y II), Reyes y Crónicas (I y II), así como algunos de los profetas, describen de manera detallada las guerras y batallas a las que Israel se enfrentó durante sus dos primeros milenios de existencia.
De acuerdo a la Escritura la fe y confianza en D-os determinaron en todos los casos la victoria. Y es que cuando el pueblo se alejaba del Señor y la mundanalidad de los pueblos vecinos le contaminaba (idolatría incluida) la derrota era inminente. El dolor del pueblo y las consecuencias son descritas también de manera detallada. Veamos un par de sucesos.
Cuando Israel se mantenía en amor y obediencia a D-os, el Señor se encargaba de derrotar a sus enemigos, no importando en absoluto la superioridad y equipamiento de las tropas enemigas:
⢓Y salió contra ellos Zera etíope con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros¦ Entonces Asa clamó a Yahwéh su Dios y dijo: ¡Oh Yahwéh, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos o Yahwéh Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos¦
Y Yahwéh deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron los etíopes” (Divrei Haiamim Bet-2 Crónicas 14:9-12).
En el caso contrario, leemos que cuando Israel se alejaba de D-os la derrota era inmediata e incluso prolongada:
⢓Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Yahwéh; y Yahwéh los entregó en manos de Madián por siete años. Y la mano de Madián prevaleció contra Israel(Shoftimâ¢Jueces 6:1-2).
Así es también en la vida espiritual del creyente. Cuando vivimos bajo la cubierta de la gracia y el amor de D-os su protección está garantizada. No importa si pasamos grandes pruebas, calamidades o situaciones financieras difíciles, la ayuda y presencia del Señor marcan la diferencia, pues no siempre la comodidad y el estatus representan la “bendición” divina. Hay muchos que se pierden justamente a causa de su comodidad permanente (que les impide crecer espiritualmente y dar pasos de fe), sometiéndose al molde del mundo y con ello a un materialismo sutil y corrosivo.
Pero, ¿qué tipo de luchas o batallas internas puede tener el creyente? De muchos tipos, desde las morales hasta las económicas, del tipo de amistades que escogemos hasta las decisiones éticas. En todo momento una especie de escáner espiritual analiza una a una nuestras acciones; unas para ser aprobadas, las otras para ser reprobadas o reconsideradas, trayendo consigo la lucha interna pues nuestro ego impuesto a salirse con la suya se rebela con frecuencia contra el Espíritu de D-os.
Son luchas por supuesto propias del judío o cristiano nacido de nuevo. Los muertos espirituales no luchan. Hay muchos sin embargo que aún cuando no han nacido de nuevo, han permitido que su conciencia se mantenga con vida. A estas personas se refería el Mesías cuando dijo “no estás lejos del reino de D-os” (Mar 12:34). Son sensibles y conservan en su corazón el temor de D-os que es el principio de la sabiduría, como escribe Salomón (Prov 1:7).
El punto focal es que requieren de dar el gran paso de fe como lo hicieron patriarcas y profetas. De saber que el Mesías ya vino, de escudriñar por su cuenta hasta cerciorarse en la Biblia que así es, pues así como la mayoría de los buenos católicos desconocen a fondo las enseñanzas de la Biblia, también la mayoría de los judíos dicen que Yeshua “no es el Mesías” simplemente porque así se los dijeron y enseñaron. Lo cual de ninguna manera significa que sea la verdad.
Una vez que el judío descubre que efectivamente Yeshua es el Mesías de Israel, que en él y solamente en él se pudieron(en) cumplir las Escrituras, entonces tendrá que dar el siguiente paso ¡Pedir a Yeshua que venga a reinar a su vida! Acto seguido tendrá que arrepentirse de su vida de pecado; pedir perdón a D-os y aceptar su redención pagada por el judío más excelso de todos los tiempos en la cruz del Monte Calvario. De acuerdo al antiguo sistema sacrificial de loscohaniím que señala la Torá, los pecados solo podían ser perdonados por el sacrificio de un cordero inocente y perfecto, cuya sangre se derramaba delante de D-os en el altar.
Yeshua en el Templo de Yerushalayim retó a cohaniím, leviím y soferiím diciéndoles: «¿quién de vosotros me redarguye de pecado?» Estaba a unas horas de ser sacrificado por judíos y gentiles, de reconciliar al mundo caído con el D-os de Israel, y nadie pudo acusarle de pecado alguno. A nosotros sí podrían. La fila de personas que podrían señalar nuestras faltas de toda una vida sería por demás larga.
Así que al reconocer a Yeshua como Mesías, reconocer nuestra condición pecadora que ofende la santidad de D-os e invitarle a reinar en nuestra vida, nos conduce a ese nuevo nacimiento espiritual. Un nacimiento que requiere de cuidados, alimentación y desarrollo.
Nadie en su sano juicio daría a beber alcohol a un bebé, o lo mandaría a cruzar la calle. Su dieta y cuidados son indispensables. En la vida espiritual sucede lo mismo. Hay que evitar los daños (malos hábitos, amistades nocivas, etcétera), como también procurar una dieta adecuada que básicamente se basa en la lectura de la Biblia y lecturas que ayuden y no dañen, pues su desarrollo espiritual deberá cuidarse con esmero como sucede con el físico. No se puede correr sin antes caminar, como tampoco se puede dominar la Palabra y doctrinas sin antes conocerlas y estudiarlas, de contar con los maestros adecuados, de someter el espíritu al Espíritu, pues de lo contrario la horrenda soberbia tomaría control. Las buenas intenciones no son suficientes y el camino de los extraviados tiene mayor número de andariegos que el del recto y angosto que conduce a la vida eterna.
Este proceso es largo y en algunas etapas incómodo. Entre nacimiento y encuentro con D-os al final de nuestra jornada terrenal, nuestras batallas y luchas interiores pueden ser muchísimas y de diversa índole. La vida de Patriarcas, profetas, apóstoles y justos que encontramos en la Biblia nos ofrecen todos los ejemplos que sean necesarios.
Espíritu y carne luchan interiormente por el control. Cuando el espíritu controla a la persona las necesidades carnales o biológicas no causan mayor problema; pero si las necesidades biológicas o carnales están en control, el espíritu se encuentra en graves dificultades.
De hecho es necesario que todos los creyentes pasemos por ese proceso de otra manera el hombre viejo quedaría con vida (y con él todas nuestras antiguas costumbres y pensamientos contaminados); cuando lo que requerimos en realidad es que el nuevo hombre, el espiritual, sea guiado y formado por la Palabra de D-os y su Espíritu. El inter entre la muerte del primero y el crecimiento del segundo como ya se dijo no es fácil. La natural rebelión que opera dentro de nuestro ser nos inclina a no someternos al señorío Divino ¿Podríamos amar a D-os por sobre todas las cosas (primer mandamiento) sin estar sometidos a su señorío? De hecho es imposible.
Este proceso que en teología que llama «santificación» dura toda la vida. Rab Shaul durante sus primeros años expresa abiertamente su frustración ante sus fracasos de querer agradar a D-os “pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco eso hago” (Rom 7:15). Sin embargo muchos años después afirma con seguridad: “Todo lo puedo en el Mesías que me fortalece” (Fil 4:13).
El rey David en uno de los salmos de su autoría nos habla de este proceso: “Yahwéh está en su santo templo; Yahwéh tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, examinan a los hijos de los hombres. Yahwéhprueba al justo” (11:4-5ª). Pero como dijo el justo Job “Yo sé que mi Redentor vive” (19:25).
En todo este proceso nuestra oración es fundamental para depender del Señor. Durante el largo trayecto de Egipto a la Tierra Prometida, el pueblo es atacado por Amalec. Para obtener la victoria Moisés sube al collado a orar, y mientras Moisés oraba con las manos levantadas Israel ganaba la batalla, pero cuando se cansaba y bajaba el pueblo comenzaba a ser derrotado, por lo que tuvieron que detenerle los brazos (Exodo 17:11-13).
La fórmula no ha cambiado. Los creyentes solo podemos vencer en nuestras luchas y batallas interiores a través de la oración, dependiendo de D-os, de buscar la ayuda divina para que el hombre viejo no se levante y el nuevo sea formado a imagen de nuestro amado Mesías ¿Tienes luchas internas? Es normal, es parte de la experiencia espiritual. Vamos rumbo al reinado eterno del Mesías de Israel y tenemos desde ahora que ser formados espiritualmente para evitar rebeliones futuras. Confiemos, D-os nos dará la victoria, él espera hombres y mujeres de fe, santos y justos, pues para eso decidió formar a Israel como pueblo escogido y no como muchos lo han malinterpretado. Shalom.
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El rabino Manuel Hernández G., tiene Licenciatura y Maestría en Teología por la Universidad FLET de Miami, y es consejero espiritual de la AJMM.
e-mail: mahergo50@hotmail.com
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